Nací en Donostia y resido en Beasain (Gipuzkoa), desde siempre me interesaron las artes gráficas, y en especial el dibujo. Si bien terminé formándome en  estudios técnicos, la afición por este otro mundo nunca dejó de interesarme.  Un día heredé como regalo una cámara réflex analógica, que había pertenecido a mi tío Julio y fue entonces cuando empecé a interesarme más por la fotografía.

Tras finalizar mis estudios trabajé en varios proyectos de cooperación y formación que me llevaron a diferentes países por varios continentes. Así comenzó mi afición a viajar. El viaje y la fotografía van de la mano para mi y siempre que puedo aprovecho para «explorar nuevos horizontes».

En 1998 durante un viaje por sudamérica, en lo que fué mi primer viaje de mochilero, visité la increíble ciudad Inca de Machu-Picchu y la única forma que se me ocurrió para poder capturar toda la grandeza del lugar fue hacer una panorámica. A pesar de que la cámara era analógica y que para unir las fotos en papel tuve que usar tijeras y pegamento, la idea me fascinó.  Poco después, la era digital irrumpió con fuerza y facilitó mucho realizar este tipo de fotos que siempre me habían atraído, por lo que me fui especializando poco a poco en ellas.

En mi opinión, el mayor reto a la hora de hacer una buena panorámica reside en conseguir la armonía y equilibrio necesarios en toda buena foto, lo que es especialmente difícil de conseguir en el este formato tan apaisado. Y es que en el momento de realizar la toma no podemos ver por el visor cómo será la composición final y también porque al abarcar tanto paisaje, generalmente debemos incluir muchos más elementos que en el formato habitual.

Al margen de la técnica, estudiar el entorno y los diferentes puntos de vista de una localización es clave para una buena composición. También elegir bien la hora del día e incluso el mes del año es muy importante para mostrar los mejores matices y características del lugar a retratar. Estas cosas son las que más trabajo y paciencia conllevan, pero también las que más se disfrutan porque te encuentras en plena naturaleza o bien viajando y disfrutando de lugares especiales.

Personalmente busco lugares que me llaman la atención por su belleza en todo su conjunto, tratando de mostrar en una sola imagen todo lo que una persona pueda observar desde un determinado lugar, sin dejar al espectador con «ganas» de ver más o la sensación de que algo importante se ha quedado fuera del objetivo. También me gusta resaltar la armonía que existe todavía, a pesar de todo, entre la huella de la civilización y la propia naturaleza.

Mis fotografías se han usado en calendarios, marcapáginas, webs, restaurantes o campañas publicitarias. También he realizado exposiciones en Beasain, Eibar y Donostia.


Nací en Donostia y resido en Beasain (Gipuzkoa), desde siempre me interesaron las artes gráficas, y en especial el dibujo. Si bien terminé formándome en  estudios técnicos, la afición por este otro mundo nunca dejó de interesarme.  Un día heredé como regalo una cámara réflex analógica, que había pertenecido a mi tío Julio y fue entonces cuando empecé a interesarme más por la fotografía.

Tras finalizar mis estudios trabajé en varios proyectos de cooperación y formación que me llevaron a diferentes países por varios continentes. Así comenzó mi afición a viajar. El viaje y la fotografía van de la mano para mi y siempre que puedo aprovecho para «explorar nuevos horizontes».

En 1998 durante un viaje por sudamérica, en lo que fué mi primer viaje de mochilero, visité la increíble ciudad Inca de Machu-Picchu y la única forma que se me ocurrió para poder capturar toda la grandeza del lugar fue hacer una panorámica. A pesar de que la cámara era analógica y que para unir las fotos en papel tuve que usar tijeras y pegamento, la idea me fascinó. Poco después, la era digital irrumpió con fuerza y facilitó mucho realizar este tipo de fotos que siempre me habían atraído, por lo que me fui especializando poco a poco en ellas.


En mi opinión, el mayor reto a la hora de hacer una buena panorámica reside en conseguir la armonía y equilibrio necesarios en toda buena foto, lo que es especialmente difícil de conseguir en el este formato tan apaisado. Y es que en el momento de realizar la toma no podemos ver por el visor cómo será la composición final y también porque al abarcar tanto paisaje, generalmente debemos incluir muchos más elementos que en el formato habitual.

Al margen de la técnica, estudiar el entorno y los diferentes puntos de vista de una localización es clave para una buena composición. También elegir bien la hora del día e incluso el mes del año es muy importante para mostrar los mejores matices y características del lugar a retratar. Estas cosas son las que más trabajo y paciencia conllevan, pero también las que más se disfrutan porque te encuentras en plena naturaleza o bien viajando y disfrutando de lugares especiales.

Personalmente busco lugares que me llaman la atención por su belleza en todo su conjunto, tratando de mostrar en una sola imagen todo lo que una persona pueda observar desde un determinado lugar, sin dejar al espectador con «ganas» de ver más o la sensación de que algo importante se ha quedado fuera del objetivo. También me gusta resaltar la armonía que existe todavía, a pesar de todo, entre la huella de la civilización y la propia naturaleza.

Mis fotografías se han usado en calendarios, marcapáginas, webs, restaurantes o campañas publicitarias. También he realizado exposiciones en Beasain, Eibar y Donostia.